domingo, marzo 11

Un sábado cualquiera

He salido de prisa de casa, no he tenido tiempo de desayunar. Así que me desayuno tu voz por teléfono. Te has pasado la semana entera recordándome este día. Apenas y tengo tiempo de captar lo que pasa alrededor mío. Unos minutos después estoy a unas casas de encontrarte. Corto algunas flores de la casa de tu vecina. Antes de tocar la puerta sales impaciente y tomas mi mano. Llevas un vestido blanco, estas descalza y un listón rojo en tu cabello.
La idea me ronda por la cabeza pero, no creo que te haga gracia saber que he olvidado las sortijas en algún bar. Tuve una especia de arrepentimiento y se las aposte a un ruso. Como iba yo a saber que ese ruso podía  tragarse un cigarro y sacarlo entero sin el menor daño.
La mañana está fresca, pues estuvo lloviendo toda la noche. Creo que desde el comienzo esto ha sido una locura, no avisarle a nadie de nuestra unión. Podríamos haberle dicho a tus padres pero tiene una opinión terrible de mí.
Por mi parte, mis padres murieron hace años, así que cargo un poco de las cenizas de ambo en mi bolsillo derecho, claro eso no lo sabes porque mientras reflexiono todo esto, tú vas con la mirada bien clavada en la iglesia y en el reloj. El desgraciado marca las 10:15 y según recuerdo la cita la teníamos a las 10. Estamos a unas cuadras de llegar, lo sé porque el zacate es más suave cerca de la iglesia.

1 comentario:

  1. Sí así fueran mis sábados cualquiera, habría muerto en un bonito jueves.

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