lunes, agosto 22

Lo amargo

La alarma del celular sonó con la tonada de siempre, con ese sonido que caracterizaba el fin de los sueños que solamente ocurrían en agosto, y de los cuales, Susy dependía de una manera casi existencial. Como siempre era costumbre al reaccionar a la alarma, Susy dejaba que el sonido siguiera sonando, como una especie de asegurar no quedarse nuevamente dormida, simplemente un refuerzo del que sabía, jamás tendría que depender, pero sencillamente lo había agregado a esa rutina.

El reloj marcaba una hora errónea que relampagueaba, anunciando un corte nocturno de electricidad: una completa anormalidad, pensó sarcásticamente Susy, para hacerse sentir un poco más despierta. Abría y cerraba los ojos con rapidez, con un silencio de fondo en el que el chocar de los parpados parecía un aplaudir en su recámara, un eco de felicidad, todo esto en cuanto a que bajo las sabanas, se acomodaba el calcetín que siempre huía de su pie derecho. Lentamente y sin apuros, sacó la mano izquierda de las sabanas para dar paso a su delgado brazo, que se alargaba hasta el celular, que seguía timbrando y acariciando con las ondas sonoras el lánguido y pálido brazo de Susy en la oscuridad, un movimiento sumamente delicado para quien encontrara la escena en una película muda de los años veinte. Apagando la alarma y buscando a tientas el pequeño botón de la lampara (que siempre lograba escabullirse en éstas ocasiones), Susy llegaba a encenderla siempre alargando su cuerpo de la misma manera, con unos cuantos crujidos de huesos tras el acto y añadiéndole al silencio habitacional algo de ritmo, para entonces cerrar los ojos y sentir la iluminación artificial de 60 watts, en un mar rojizo que traspasaba el parpado y así, dar por terminada tranquilidad de la oscuridad.

Ahí estaba una vez más, a la orilla de la cama con unos cabellos que parecían tiesos, grasosos, con un peinado que sólo se logra con el poder de una almohada. Esperaba o se tardaba, la visualización de la recamara parecía tomarla muy en serio, enfocando la mirada en cada cosa que había dejado en otra cosa, en los rincones en los que recargaba objetos que parecían ser los pilares de la ordenada habitación, tan típica de una chica obsesiva-compulsiva. El reloj con hora errónea seguía parpadeando, con dos minutos de diferencia. Eran los dos minutos de diferencia como el día de ayer y el pasado, y así hasta llegar a los días en que Susy se obsesionó con la limpieza de sus estéticos dientes, después de recibir un beso con sabor a tabaco propinado por su hermano en una borrachera sabatina. Y en cada madrugada, se cepillaba dos veces con diferencia de tres horas, para poder erradicar ese sabor tan amargo que deja la vida.

domingo, agosto 14

Hola

Hola me llamo Jorge. Probablemente eso ya lo sabías, no por el hecho de que soy muy popular en este tiempo. La vida moderna suele agobiarme.  Tengo un empleo el cual odio, una novia a la cual no le importo y un gato. El gato me agrada.Un tiempo de mi vida lo pase pensando, algún otro sintiendo y justo ahora quiero pasarlo dormido. No es que pretenda convencerlos de que dormir es una de las maravillosas formas de vivir. Pero lo es.
No es que sea un fanático del sueño, pero a veces lo que me pasa me sorprende. Mi  trabajo se las ingenia para mantenerme aburrido toda la semana. Trabajo en una fábrica de cajas, ya saben clasificar al final de la banda de producción, los distintos tipos de cajas.El modelo t99 es más largo, el t40 es más ancho, el c15 es el más resistente. Algunas cajas a veces se atoran peor enseguida las separan y todo vuelve a la normalidad.
Mi compañero de trabajo Raúl, se suicido apenas ayer. Nunca lo conocí.Quiero decir que nos saludábamos en las mañanas y trabajábamos en la misma sección de la fábrica, pero aparte de eso no sabía mucho de él, no hablaba con nadie. Aún así no era precisamente peculiar, más bien pasaba desapercibido, como buen prospecto a suicida.
 Lo encontraron colgado en la cocina de su departamento.  Cuando nos dieron la noticia, la mayoría del personal estaba ocupado con las cajas entonces a nadie le pareció tan terrible, así de irrelevante era.  Al final de la jornada regresé a mi casa, mi novia no estaba y me quedé dormido en el sillón.Me despertó el gato. Eran las tres de la madrugada y era sábado. Acaricié al gato. Subí al cuarto y la cama estaba intacta, mi novia no había llegado pero no me pareció muy extraño, a veces desaparecía durante días pero yo jamás le preguntaba a dónde iba, en realidad me interesaban más el gato y las cajas. Bajé a la cocina y ahí estaba ella y ahí estaba el gato y ella se había colgado del techo falso y estaba tiesa y tenía cara de tristeza.
Debo de admitir que no sentí nada al verla ahí, yaciendo lánguida e inmóvil en el centro de la cocina. Lo primero que hice fue ponerle algo de leche al gato, sus ojos (a pesar de que no le quitaban la vista al cuerpo) clamaban por un buen trago de leche. Pero, que seguía después ¿qué se supone que debería de hacer, llamar a sus padres a Bélgica? El pensamiento me duro menos de cinco segundos así que llevé su cuerpo hasta el ropero -que tanto me había costado pagar- y lo cerré con llave. Al principio quise destender la cama, ponerme la piyama e irme a dormir, pero el gato se había echado al pie del ropero y no se movió. Me incomodaba y decidí salir a caminar y pensar en otras cosas, como en las cajas y ese modelo c27 que llegaría el lunes. Entonces tuve la idea, recordé como el tipo aquel, Raúl,  quien se había suicidado, en un encuentro en el comedor de la fábrica me había dicho que llegaría un nuevo modelo, un modelo grande y espacioso <<Hasta podría caber una persona>> había dicho el ya fallecido y fue entonces cuando me fui a casa simplemente a esperar que el lunes llegara. 
El lunes que llegué al trabajo vi como se concentraban los empleados alrededor de la caja c27 de muestra y no pude evitar adentrarme a través de la multitud. Era enorme, el modelo t99 caería de rodillas ante este nuevo ejemplar, tan largo y tentador, era justamente lo que necesitaba para ocuparme del cadáver de Jazmín y su pestilente hedor, que comenzaba a penetrarse hasta en el infinito olor de los libros. Al final de la jornada hablé con Melendez, mi supervisor y me facilitó de buena forma un ejemplar. No creí que fuese así de accesible pero me soluciono el percance, aunque el verdadero problema fue el traslado en mi coche, el cual se abolló más de una vez. Si supieras las cosas que hice y sigo haciendo por ti, Jazmín, otra al menos me hubiese amado.
Al llegar a casa con la enorme caja lo primero que encontré fue que el gato no estaba detrás de las puerta como de costumbre,  sino al lado de la mesita de teléfono. Me encontré con siete mensajes de voz, todos  preguntando por Jazmín y su ausencia en su primer día en la oficina. El último mensaje era de Rebeca, su mejor amiga, la que me odia, y dejaba dicho que se dirigía hacia mi casa. Fue entonces cuando me apresuré a meter el cadáver que tantos problemas me había traído. Yo sólo quería dormir y ahí me encontraba, martillando una enorme caja en la cual se encontraba la chica a quien nunca le importé. Y terminé, justo cuando escuché el coche de Rebeca. Tomé el gato y me dirigí hacia mi recámara a dormir, que era lo único que quería hacer durante todo ese tiempo.